No, este post no va de eso. Ni de la banda sonora. Ni de los «efectos especiales» —virtuales, se entiende. Tampoco va a hablar de la historia, del guión o de la interpretación. Y es que me faltarían horas y días para detenerme en cada uno de los detalles que me hicieron disfrutar.
Este post va de Gödel, Kurt Gödel.
Primer contacto
No tengo bien definido en la memoria el que fue mi primer contacto con Gödel. Intuyo que sería en alguna clase de la universidad —quizás Lógica o Teoría de la Computación— cuando escuché por primera vez su historia. A partir de ese momento, fue creciendo en mí un poderoso sentimiento de admiración y respeto. Cuanto más complicado me parecía su razonamiento, más me maravillaba que una mente humana hubiera podido llegar hasta ahí.
Sus teoremas
Gödel es famoso por sus teoremas de incompletitud. Sin profundizar demasiado, el primero de éstos1 indica que «ningún sistema axiomático consistente puede probar todos los enunciados verdaderos sobre los números naturales». Si lo piensas bien, esto es una completa voladura de cabeza. Está diciendo que hay verdades matemáticas que son verdaderas pero que no se pueden demostrar dentro de ningún sistema axiomático. Una auténtica locura.
Las matemáticas, que hasta ese momento las había considerado como una especie de «verdad absoluta», se tambaleaban. Era como si Gödel me estuviera señalando que había cosas que siempre iban a estar mal. Que había una especie de tara, de fallo lógico primigenio, que hacían que las matemáticas no fueran perfectas.
Más información
Con el tiempo, fui aprendiendo más y más sobre su vida y obra. Hasta tal punto que a día de hoy sigue pareciéndome uno de los más importantes matemáticos y/o lógicos de todos los tiempos. Probablemente no lo sea y solamente esté idealizado en mi cabeza, pero nadie podrá discutirme nunca la grandeza de su contribución.
Cada vez que me encuentro un error programando, o cuando no me sale un resultado, mi cerebro acude instintivamente al teorema de incompletitud de Gödel para decirse: «¿y si esto tiene que ver con la autoreferencia, la incompletitud o la consistencia?». Resulta hasta cómico, lo sé, pero no puedo evitar esta vanalidad.
Dejo por aquí un vídeo MARAVILLOSO que explica este «error en las matemáticas». Merece muchísimo la pena. En este vídeo también se describen perfectamente los números de Gödel. Arte en estado puro.
De vuelta a Oppenheimer
El triste final que sufrió Gödel añade un velo de misterio y «romanticismo» —permítanme esta cruel palabra—. Con el tiempo, sufrió episodios de inestabilidad y enfermedad mental, hasta tal punto que se negó a comer por un miedo obsesivo de ser envenenado. Solo cedía si su esposa, Adele, le preparaba la comida.
Desgraciadamente, Adele cayó enferma y tuvo que ser hospitalizada por seis meses. El final no tardaría en llegar. Kurt Gödel se negó a comer. En el momento de su muerte pesaba 30 kg.
Siempre me ha perturbado esta historia. Me resulta incomprensible cómo una mente tan excepcional pudo desembocar en semejante destino, en una suerte compartida con figuras como John Nash o Georg Cantor, quienes también fueron confinados en el abismo de la demencia. En mi imaginario era como si su mente hubiera sufrido una fractura al desafiar y atravesar los confines del conocimiento, desatando así una tormenta en lo más profundo de su ser, por haber visto cosas nunca antes vistas o comprendidas. Tal vez su campo era proclive a arrastrar a la gente a la locura, por su extrema dificultad. Como si ese fuera el precio a pagar por haber llegado a un nivel de complejidad no permitido. Como si ese fuese el límite establecido de la mente humana.
Entenderán ustedes que, cuando lo vi paseando junto a Einstein en aquel bosque de la película Oppenheimer, clavara las uñas en el asiento completamente sobrecogido. Y agradecido.
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El segundo teorema afirma que ningún sistema axiomático consistente puede demostrar su propia consistencia. ↩